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miércoles, 9 de septiembre de 2020

La Voz

Era el verano de 1980 y mi padre nos llevó de vacaciones en un increíble viaje que comprendía visitar 4 ciudades en 4 países diferentes: Miami en los Estados Unidos; Rio de Janeiro en Brasil; Montevideo en Uruguay y Buenos Aires en Argentina.

El viaje fue parte de un premio por logros alcanzados que obtuvo por llegar a las metas de venta  anuales en la empresa en la que trabajaba en ese tiempo llamada Agrovet Ltda., en donde  mi padre dirigía el área comercial, y que se dedicaba a la venta de productos alimenticios y veterinarios para la industria avícola.

Mi madre, Ricardo y Yo en nuestro paso por Disney World en Orlando.

Después de nuestro paso por tierra norteamericanas, donde además de nuestra estadía en Miami, estuvimos también en Orlando con la correspondiente visita a Disney World y en una visita relámpago a Nassau, ciudad capital de las Bahamas, arribamos a Brasil alrededor del 24 de enero.

Nos quedamos en un hotel a pocas cuadras de la playa de Copacabana, que si mal no recuerdo estaba en la calle Gustavo Sampaio, y que fue donde me enteré de un evento musical que se iba a realizar en esos días en la ciudad, y que definitivamente yo no me podía perder.

Para explicar el porqué era tan imperdible, debo decir que mis gustos musicales desde muy niño eran bastante diferentes a los de mis amigos, y en general a los muchachos setenteros de mi generación, quienes tenían entre sus músicos favoritos a grupos como Pink Floyd; Led Zeppelin; Deep Purple o Creedence Clearwater Revival.

Yo en cambio era muy seguidor de cantantes angloamericanos que más bien corresponden en el tiempo a varias generaciones anteriores a la mía, como era el caso de Bing Crosby, Dean Martin y por supuesto, Frank Sinatra.

De hecho el primer disco de vinilo que tuve en mi vida, y que me regaló Jaime Ponce Cumplido, primo hermano de mi padre, fue "The Main Event Live From Madison Square Garden" de Frank Sinatra, grabación del concierto en vivo que el cantante realizó el 13 de octubre de 1974 en Nueva York.

Como les decía, en el hotel me entere que ni más ni menos que el mismísimo Frank Sinatra iba a realizar en 2 días más un concierto en  el estadio Maracaná de Río de Janeiro, así que en ese preciso instante me puse en campaña de convencer a mi viejo..... que no era muy aficionado a la música, por no decir que incluso le molestaba.... para que fuésemos al imperdible evento.

Creo que mi papá finalmente aceptó ir al concierto, más que por Frank Sinatra y la música, por conocer el emblemático estadio Maracaná donde Uruguay se había coronado Campeón del Mundo en 1950, en el mítico partido conocido como "El Maracanazo". 

Se me viene a la mente a mi viejo recitando de memoria la formación de los 11 uruguayos que salieron al campo de juego ese dia: Máspoli; González y Tejera; Gambetta, Varela y Rodríguez; Ghiggia, Perez, Migue, Schiaffino y Morán;  los que dejaron estupefactos a las 200 mil almas que asistieron al estadio para ver a Brasil coronarse campeón, y que enmudecieron cuando Alcides Ghiggia convirtió el 2 a 1  en el minuto 79, con el que la celeste derrotó a los locales y le amargó la fiesta a todo Brasil.

Pero volvamos a lo nuestro. Al atardecer de 26 de enero de 1980 nos encaminamos al Maracaná bajo una suave llovizna que nos hacía pensar que si la lluvia se ponía intensa, se podía llegar a suspender el concierto, cosa que finalmente no ocurrió.

Ya en el estadio, nuestros asientos de galería estaban en la plataforma del segundo nivel más o menos a mitad de la fila de asientos de la platea alta, pero como buenos "chilenitos" nos avivamos para acercarnos a la primera fila y quedar ubicados junto a las barandas de la platea que nos deba una mejor vista del estadio y sobre todo del escenario en forma de estrella dispuesto en el centro de la cancha de futbol.

Frank Sinatra sobre el escenario en el estadio Maracaná de Rio de Janeiro

Al momento de subir al escenario, "La Voz" era un hombre de 64 años de edad y llevaba más de cuatro décadas de una exitosa carrera artística. Era una figura más que consagrada a nivel mundial.

El cantante abrió el concierto con una canción especialmente dedicada a los brasileños, con el tema The coffe song  "Tey´ve got an awful lot of coffe in Brazil", que  él mismo  grabó en 1946, pero que  no solía interpretar nunca en vivo, así que fue todo un regalo para el público asistente al Maracaná.

A continuación interpretó I´ve got the world on a string; A long last love y The lady is a tramp para continuar con las baladas Someone to watch over me, y la romántica Something de The Beatles, compuesta por George Harrison.

Mientras Sintra interpreta My Way, su caballito de carrera, logró burlar a los equipos de seguridad y saltó sobre el escenario para besar en la mejilla al cantante, José Alves de Moura, un taxista más conocido como "El Besuqueiro" un besador serial que atacaba en los grandes acontecimientos besando a las figuras deportivas o artistas por sorpresa.

Tras el incidente Sinatra volvió a su repertorio con Strangeres in the night, seguida de Let my try again; I´ve got you under my skin y The song is you. 

Luego para el agrado de los asistentes locales, Sinatra continuo con Corcovado (Quiet nights of quiet stars) del compositor brasilero Antonio Carlos Jobim, que el público recibió de forma delirante.

Continuo con My kind of town y la balada April in Paris, para terminar el concierto y una noche inolvidable con New York New York.

Aquella noche en el Maracaná es sin dudas el concierto que más he disfrutado de todos a los que he tenido la ocasión de asistir en mi vida, aunque debo reconocer que el audio no era de la calidad de los que se pueden disfrutar en los conciertos actuales.

Aun conservo las cuatro entradas al concierto de Frank Sinatra en el Maracaná.

Hasta ahora, durante mis sesenta y tantos años de vida, nunca he conocido a otro chileno ....salvo mis padres y mi hermano... que haya estado en un concierto en vivo del legendario Frank Sinatra, privilegio que solo deben tener muy pocos  de mis compatriotas.

domingo, 30 de agosto de 2020

Visitas Ilustres en Santiago (1961 - 1994)

En los artículos anteriores que publique en noviembre de 2019 y en enero de 2020, les conté sobre las personas mas destacadas a mi juicio, que fueron recibidas  como visitas en casa mis abuelos maternos, Norbert Mayrock y Meline Quentin, y que dejaron sus dedicatorias en un libro de visitas que  ellos llevaban para tales efectos.

Más de novecientas personas dejaron su firma y dedicatoria para el recuerdo en el libro de visitas, desde marzo de 1926, cuando comienza a ser utilizado en la casa de Miraflores en Lima, Perú, hasta la última dedicatoria registrada en la casa de la comuna de Providencia de Santiago de Chile, en noviembre de 1984. 

En este artículo les entregó el periodo final que comprende los 33 años transcurridos entre 1961 y 1994, en donde mis abuelos vivieron en dos casas distintas de la comuna de Providencia en Santiago de Chile, la primera en el 722 de calle Hernando de Aguirre, y la segunda  a partir de 1980 en el 2870 de calle El Vergel.

Debo recordar que mi abuelo poseía una de las colecciones de arte precolombino peruano más importantes del mundo, y por lo tanto la gran mayoría de las visitas que recibían en su casa estaban interesadas fundamentalmente en conocer dicha colección. 

El primero de los visitantes destacados a los que me voy a referir en este artículo es al pintor, grabador y arquitecto chileno Nemesio Antúnez, en ese momento Director del Museo de arte Contemporáneo de la Universidad de Chile, quien visitó la colección arqueológica de mi abuelo en compañía de su mujer en enero de 1961.

El 28 de abril de 1961 estuvo de visita el arquitecto Sergio Larraín García-Moreno uno de los más importantes exponentes de la arquitectura moderna, y que al igual que mi abuelo fue un gran coleccionista de piezas arqueológicas precolombinas.  Sergio Larraín fue el fundador, y su colección sentó las bases, del Museo Chileno de Arte Precolombino, donde hoy también está gran parte de la colección Norbert Mayrock.

El ruso, nacionalizado francés, Vadime Elisseff, historiador del arte especialista en las culturas del extremo oriente, y encargado de las exhibiciones de China y Japón del Museo de Louvre de París, estuvo de visita en agosto de 1961.

El sacerdote jesuita belga Gustavo Le Paige, párroco de San Pedro de Atacama y destacado arqueólogo e investigador de la cultura Atacameña, estuvo en casa de los Mayrock en mayo de 1962.

Gustavo Le Paige de Walque

Desde Francia llegaron en diciembre de 1962 a la casa de Hernando de Aguirre, los arqueólogos Michel y Cecile Beurdeley,  especialistas en el estudio de las antiguas cerámicas de la cultura China.

Evidentemente las personas vinculadas con la Arqueología y la Antropología interesados en conocer y conversar sobre la impactante colección de mi abuelo fueron los visitantes más frecuentes, dentro de los que podemos destacar a: Bernardo Berdichewsky  de la Universidad de Chile (Agosto 1962); Olimpia Righetti del Museo Emilio y Duncan Wagner de Santiago del Estero, Argentina (Marzo 1963); Jacqueline Madrid de Colin (Enero 1964)(*); Lautaro Núñez del Museo Arqueológico de Calama (Marzo 1964); Ana María Lorandi, del Instituto de Antropología de Buenos Aires, Argentina (Agosto 1965);  Hubert Reimer, de la Universidad de Leipzig, Alemania (Enero 1966); Otto Zerries del Museo Estatal de Etnografía de Munich, Alemania (Agosto 1966); Julie Jones del Museo de Arte Primitivo de Nueva York (Septiembre 1966); Ernesto Leborgne del Museo de Arte Precolombino de Montevideo (Mayo 1969) y Carlos Aldunate, hoy Director del Museo chileno de Arte Precolombino (Marzo 1977).

Quizás el arqueólogo mundialmente más conocido que visitó a los Mayrock fue el norteamericano Junius B. Bird, conservador del Museo Americano de Historia Natural de Nueva York, quien estuvo en casa de mis abuelos en septiembre de 1966. 

Varios personajes del mundo político estuvieron conociendo la colección arqueológica, como por ejemplo el entonces Diputado del Partido Socialista chileno,  Carlos Altamirano Orrego, quien estuvo en dos oportunidades. La primer en agosto de 1963 acompañado de su señora, y en una segunda ocasión en compañía de uno de sus hijos y de su señora en mayo de 1964.

El otro político de renombre fue el entonces Senador y candidato a la Presidencia de la República, Salvador Allende Gossens y su señora Hortensia Bussi Soto, quienes dejaron sus dedicatorias en el libro de visitas el 4 de mayo de 1965.

Algunos años después y como consecuencia de estas visitas, cuando Salvador Allende fue electo Presidente de la República en 1970, mi abuelo tomó la decisión de enviar las piezas más valiosas de su colección en calidad de custodia al  Museo Estatal de Etnografía de Múnich (**), por el temor de que fueran confiscadas por el Gobierno de la Unidad Popular, que tenía dentro de su proyecto político, conocidos planes expropiatorios de la propiedad privada.

Dedicatoria de Salvador Allende y "Tencha" Bussi en el libro de visitas

En marzo de 1966 mis abuelos recibieron en su casa a quien fuera Comandante de la Fuerza Aérea de Chile entre los años 1961 y 1964, el General del Aire Eduardo Jensen Franke.

En abril de 1970 la señora Malú del Río de Edwards, esposa de Agustín Edwards, propietario del diario El Mercurio, estuvo de visitas en compañía de la mujer del Embajador de EE.UU. en Chile.

El 6 de mayo de 1983 visito a mi abuelo en su casa de calle El Vergel, el entonces Director del Museo Estatal de Etnografía de Múnich, Dr. Helmut Schindler, reunión en la que estuve presente, y en la que conversamos largamente sobre temas vinculados a la colección arqueológica, pero también sobre los Mapuches y su cultura, tema que interesaba de sobremanera al Dr. Schindler, al punto que años después publico un libro etnográfico sobre este pueblo sudamericano.

Helmuth Schindler es además autor del libro "La colección Norbert Mayrock del Perú Antiguo", que se publicó en varios idiomas y en el que muestra con su descripción correspondiente las piezas de la colección precolombina peruana de mi abuelo que hoy están en el Museo Estatal de Etnografía de Múnich en Alemania.

Versión en alemán del libro "La colección Norbert Mayrock del Perú Antiguo"

La arqueóloga Ingeborg Lindberg de Klohn, abuela materna de la que era en ese entonces mi señora Margrit Klohn, también visito a mis abuelos en  mayo de 1981, y conversaron largamente sobre la colección arqueológica, en especial sobre las piezas textiles de la Cultura Paracas. 

"Después de tantos años, he quedado impresionado con su colección" dice la última dedicatoria registrada el 29 de noviembre de 1994 en el libro de visitas. La escribió mi padre, Eduardo Cumplido Ponce, que después de casi 30 años sin dirigirse la palabra con mi abuelo .... desde antes que mis padres se casaran....., habían vuelto a tener una distante relación desde hace algunos años...... Los motivos son parte de otra historia!! 


(*) Jacqueline Madrid de Colin fue mi profesora en algunos ramos de la carrera de Licenciatura en Arqueología y Prehistoria, que cursé en la Universidad de Chile entre 1978 y 1983.  

(**) Staatliches Museum für Völkerkunde München.

jueves, 6 de agosto de 2020

Chacras de Coria y los libaneses

Hay lugares que por las circunstancias se te cruzan en la vida, los aprendes a querer y adoptar como propios, y los transformas así en parte de uno mismo. 

Es lo que me ocurre con Chacras de Coria, lugar del que era originaria mi mujer Irene Chantire, y donde viven en la actualidad una buena parte de su familia, todos descendientes de esforzados inmigrantes libaneses que se afincaron en esas tierras.

Conocí Mendoza siendo muy niño, de hecho fue el primer lugar en el que estuve fuera de Chile. Como nadador y siendo parte de la delegación del Club Deportivo de la Universidad de Chile, viajábamos en el mes de febrero, desde el verano de 1969 en adelante, a competir en un intercambio deportivo que se hacía año tras año con la rama de natación del Club Mendoza de Regatas, por lo que la ciudad argentina siempre tuvo para mi un significado especial.

Pero sin lugar a duda el acercamiento afectivo a la región cuyana lo comienzo a formar a partir de mi relación con Irene y los viajes que hacíamos dos o tres veces por año a Mendoza, especialmente a Chacras, para pasar tiempo con su familia paterna.

Chacras de Coria y la historia de los libaneses que se establecieron en la región de Cuyo es ahora parte de mi propia historia y de la familia que forme con esta gran mujer, es por eso que en su recuerdo, quiero dejar en este blog, un breve relato de lo que he podido rescatar de sus asombrosas y esforzadas vidas.

Juntos con Irene en la Plaza General Espejo de Chacras de Coria en 2012,
al fondo la Iglesia de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro

Chacras de Coria, es un pueblo al  pie de la Cordillera de los Andes en el departamento de Cuyo, al sur de la ciudad de Mendoza en la República Argentina, un poblado con microclima propio y calles arboladas, acequias, antiguas casonas coloniales, fincas y bodegas productoras de vino, y sobre todo gente que aún conserva su estilo de vida pueblerino.

Por su clima característico es un lugar sumamente agradable durante los meses estivales, ya que ofrece un espeso verdor y suaves serranías, con bellos lugares para la recreación. 

Hoy en dia se destaca además por ser un distrito de alto poder económico, donde se encuentran numerosos barrios privados con una alta calidad  de vida, y se ha desarrollado un interesante polo gastronómico de gran variedad.

El nombre del pueblo data del siglo XVI, cuando el lugar fue propiedad del capitán español Juan de Coria y Bohorquez, a quien se le asignaron esas tierras y que entre otras obras fue quien realizó los trabajos para encauzar el río y plantó los primeros árboles de Castilla.

Es a fines del siglo XIX cuando empiezan a llegar los primeros libaneses a la Argentina, se calcula que entre 1880 y 1920 alrededor de 370.000 personas de origen árabe, emigraron a este país sudamericano.

Al ingresar al país son registrados en el puerto como turcos, porque lo que hoy es el Líbano, era en aquellos años parte del Imperio Turco Otomano por lo que la gente los empieza erróneamente a denominar "turcos".

Las razones por la que estos los libaneses abandonaron su patria fueron diversas, un aumento acelerado de la demografía, la persecución por parte de los turcos otomanos a quienes profesaban la fe cristiana, y la guerra italo-turca de 1911. 

Los inmigrantes libaneses se asientan en las provincias de Buenos Aires, Córdoba, Catamarca, Salta, Jujuy, Santiago del Estero, Misiones, Chaco, Patagonia y Mendoza.

Miembros de la Sociedad Libanesa de Luján de Cuyo en 1930

Un gran porcentaje de inmigrantes del Líbano se estableció en la región de Cuyo, que está formada por las provincias de San Juan, San Luis, Mendoza y La Rioja, algunos de ellos para trabajar la tierra; en cambio otros iniciaron actividades industriales y comerciales.

Fue el caso de los bisabuelos de Irene, Narciso y Rosa Chantire, quienes se radicaron en Chacras de Coria y establecieron en 1914 un emporio a pocos pasos de la plaza, y que era conocido como "lo de Chantire".

Nos cuenta Onelia Cobos en un artículo de recuerdos que titula "Las esquinas de Chacras"..... El viejo y cordial perfil de Don Narciso Chantire se asoma en el recuerdo, en la esquina de Mitre y Viamonte, opuesta a la farmacia. Dueño de un cambalache ferial de desorden y diversidad, en su almacén no faltaba nada..... 

El local aún existe, en la actualidad con el nombre de "Supermercado Dandi", cuyo propietario sigue siendo una de las ramas de descendientes de don Narciso.

Narciso y Rosa Chantire eran originarios de la región de Monte Líbano, una de las ocho gobernaciones que conforman el país y que es conocida como  el centro de los cristianos libaneses,  debido a que más del 85% de la población la componen católicos maronitas, ortodoxos griegos y otros cristianos.

Rosa y Narciso Chantire

Fueron varias familias libanesas las que se radicaron en la región cuyana, entre los que podemos mencionar apellidos como Abraham, Dip, Achem, Elaskar, Masud, Abdala, Chantire, Barud, Farés, Isuani, Hakim, Manzur, Yamin, Mucarsel, Nahman, Caram, Mema, Yazbek, Bechara, Nazar, Nazum,  entre otros.

Estos inmigrantes tuvieron que enfrentar el desarraigo, el aprender otro idioma, y evidentemente otras costumbres, lo que con esfuerzo y con su diario trabajo les permitió salir adelante y darle estabilidad y progreso a sus familias y a la tierra que los adoptó.

Hoy los descendientes de estos emigrados, hombres y mujeres que dejaron su pueblo natal y su Libano amado buscando un futuro, se reúnen en torno a instituciones como la Sociedad Libanesa de Lujan de Cuyo, fundada en 1925,  con el objeto de afianzar las costumbres, cultura y tradiciones, que trajeron sus antepasados desde aquellas lejanas tierra.

domingo, 26 de julio de 2020

Just Heinrich Boettiger y Johanne Friederike Fricke

Mis Pentabuelos:

En un artículo que escribí en marzo de 2019 hice un breve resumen biográfico sobre mi trastatarabuelo Theodor Boettiger Fricke (*), que llega a Chile en 1857, y del que descienden todos quienes hoy llevan este apellido en el País, como fue el caso del famoso caricaturista René Ríos Boettiger "Pepo", creador del inolvidable Condorito.

Hoy sin embargo quiero dejar la información que he podido recopilar sobre una generación anterior, me refiero a la de los padres de Theodor, mis  pentabuelos Just Heinrich Boettiger y Johanne Friederike Fricke.

Just Heinrich Boettiger (o Böttiger), nacio el 28 de marzo de 1784 en Foerste, una pequeña aldea en las inmediaciones de Harz, próxima a la ciudad de Osterode, en el sur de la Baja Sajonia, Alemania. 
Hijo del matrimonio de Johann Friederich Böttiger Körber (1745 - 1814)  y de Luise Sophie Sindram (1754 - 1824).

Tarjeta postal con imágenes de Foerste am Harz, Alemania.

Just Heinrich de 26 años de edad se casa el día de Navidad del 25 de diciembre de 1810, con Johanna Dorothea Wedig.

El matrimonio duró muy poco tiempo porque Johanna Dorothea, fallece al año siguiente de 1811, a los 28 años de edad, junto con su primer hijo durante el trabajo de parto.

El 21 de junio de 1812 Just Heinrich de 28 años se vuelve a casar en la ciudad de Goslar, Baja Sajonia, con quien seria mi pentabuela Johanne Friederike Fricke de 35 años de edad, viuda con dos hijos, y que había nacido en la vecina ciudad de Osterwieck, el 11 de marzo de 1777.

Vista del centro histórico de Osterwieck, Baja Sajonia, Alemania.

La pareja de Just Heinrich y Johanne fueron padres de: 
Heinrich Ludwig (1813-¿?); Christian Friederich Theodor (1816-1876), mi trastatarabuelo que emigró a Chile, y Heinrich Karl Friederich (1819-1870).

Just Heinrich tuvo el oficio de talabartero, el que le enseño a sus  descendientes y que por supuesto puso en práctica su hijo Theodor, cuando llego como inmigrante  en 1857 a la ciudad de Valdivia en Chile, en compañía de su mujer Ottilie Gunkelmann.

No son muchos más los antecedentes que tengo de este matrimonio de pentabuelos, salvo que los padres de Just Heinrich, Johan Friederich Böttiger y Luise Sophie Sindram (mis Hexabuelos), tuvieron a lo menos 11 hijos, de los cuales Just Heinrich fue el sexto.

Los once hermanos Boettiger Sindram fueron:
Johann Christian (1774-1775); Dorothea Christine (1776-¿?); Christian Friederich (1779-1783);  Luise Wilhemine (1781-¿?); Johann Conrad (1783-¿?);  Just Heinrich (1784-¿?); Maria Luise (1786-¿?);  Johann Christian Heinrich (1788-¿?); Heinrich Gottfried (1790-1842); Hinrich Wilhelm (1793-1793)  y Friederich August Carl (1798-1798).



lunes, 20 de julio de 2020

Lo heredado y lo adquirido (*)


Francisco Cumplido Cereceda, primo hermano de mi padre, escribió hace algunos años un libro de recuerdos, anécdotas y vivencias personales, del cual les transcribo a continuación dos de sus primeros capítulos, ya que estos se vinculan con varios de los ascendientes que compartimos:

Lo Heredado

Nací el 23 de octubre de 1930, en la calle Cueto, Avenida Portales de Santiago, en mi casa, como era en aquella época, en que mi mamá, Elvira Adriana Cereceda Varela fue asistida por una matrona. Mi padre Guillermo Simon Cumplido Ducos, Visitador de Imprentas y Bibliotecas de la Biblioteca Nacional, observaba con mucho temor, pues había estudiado medicina y fue el mejor alumno, le decían el "microbio", porque entro a primer año a los dieciséis años de edad, pero no terminó la carrera, porque mi abuelo, Luis Arturo Cumplido Sánchez, lo retiro debido a que el Profesor Dr. Noé le informo que mi papa no estaba asistiendo a clases, y se descubrió que tenía amores con una pariente francesa.
Sin duda, eran otros tiempos. En efecto, mi tío Eduardo Cereceda Varela se negó a dar Licenciatura, porque había tenido un fuerte intercambio con el Decano Arturo Alessandri, a raíz de una huelga de transporte. Mi abuelo, Juan Antonio Cereceda Benítez, lo retiró de la Universidad, y lo mandó a trabajar a Iquique, en el verano, con ropa de invierno. Fui el primer profesional universitario de ambas familias.

En cuanto a mi ADN, recuerdo que con Alicia, Alicia Antonieta García Valdés, mi cónyuge, 52 años de matrimonio, nos bebimos una cava en champaña, en honor a nuestros antepasados chilenos, españoles, franceses, argentinos y de mi tatarabuela de apellido Negrete... ¡que mezcla!... los malpensados creen que me tiño el pelo... ¡puros genes!

Algunos atribuyen mi vocación por lo juridico a mi desendencia de la familia Ducos. Mi bisabuelo, Simon Ducos Dubarry, era pariente de Roger Ducos, Tercer Cónsul de Francia, junto a Napoleón y Sieyes (**). Los Ducos pertenecìan a la vieja burguesía, gente de justicia y tenían una casa en la ciudad de Dax. Mi tio Alberto Cumplido Ducos la visitó en la década del treinta... los parientes celebraron que este Ducos de América fuera... blanco.

Guillermo Simon Cumplido Ducos

Lo Adquirido

Mi niñez y mi juventud me enseñaron pronto que debía ser muy independiente, que tenía que forjarme mi propio destino; además de mi innata curiosidad, era... un intruso...que me convirtió, más tarde en un académico...investigador y creativo y... bueno para los puñetes.

En efecto, mi padre se enfermó cuando yo tenía dos años, y por recomendación médica, tuve que irme a vivir con mis abuelos paternos. A los cuatro años pude volver a vivir con mis padres en Puente Alto, pero antes de cumplir siete años mi padre murió. Hubo un grave problema económico, porque mi padre ganaba mil pesos mensuales y mi mamá tuvo que entrar a trabajar, también en la Biblioteca Nacional, por un sueldo de ciento ochenta pesos. Entonces me mandaron a vivir con mi abuela materna en el pueblo de Maipo, en una propiedad que mi abuelo Juan Antonio Cereceda había comprado con un galardón que le pagó el gobierno por descubrir que el Ferrocarril Inglés había eludido impuestos por dos millones de pesos.

Mi abuelo Juan Antonio, muy jugador en la Bolsa, sufrió serias pérdidas en la crisis de 1929, pero vendió sus propiedades de Lo Negrete y pagó sus deudas. En aquella época la gente antes de quebrar o pagaba o se suicidaba... mucha sangre corrió por calle Nueva York al costado del Club de la Unión. Han cambiado los tiempos y los valores. Toda la familia hubo de vivir en la propiedad de Maipo.

A los nueve años fuimos con mi mamá a vivir a la casa de mis abuelos paternos. Mi abuelo Luis Arturo Cumplido Sánchez hijo de Benigno Cumplido y de doña Engracia Sanchez, españoles (***), como corresponde dueños de una ferretería en la calle Bascuñan Guerrero, era Jefe de Presupuesto de la Biblioteca Nacional, también había tenido un emporio en la plaza Yungay de Santiago, Tal vez de ellos herede ser muy bueno para las matemáticas...

De los nueve años viajaba entre Santiago y Maipo solo, en la góndola de los Morales, en el tren Buin a Estación Central y en el tranvía por la calle Chacabuco hasta Catedral. Los mayores protegían a los menores que viajábamos solos en esos transportes.  A la Estación de Buin la llamaban la "Estación de los locos" porque al llegar el tren todos íbamos en las pisaderas y corríamos para tomar la góndola de los Morales para no tener que irnos en el techo, junto con las maletas, canastos y otras cargas.

Fui, pues, muy independiente.

A partir de esa edad y ya convencido que mi mesada semanal solo me permitia ir los domingos al cine Colon a ver "la serial", que yo repetía en mi casa, como el "jovencito derrotando a los malos", y con mi único terno de verano o de invierno, mis únicas sandalias o los "bototos" engrasados, según fuera verano o invierno, viajaba a Maipo a buscar fruta, huevos, moldes de fruta seca, etc., que me regalaba mi abuelita Paula Elvira Varela Pirán, y yo en Santiago "negociaba" con mis parientes y amigos o permutaba por un plato extra de comida o postres, dulces etc.

En la temporada de la vendimia viajaba los fines de semana a Maipo a trabajar en la corta de uva... lo que me proporcionaba buenos ingresos.

Además... era bueno para los puñetes.


(*) Fragmentos del libro:
¡GRACIAS A DIOS!
de Francisco Cumplido Cereceda.
Muller & Chipon Editores e Impresores.
Santiago de Chile.

Mis comentarios:

(**) De lo que he podido investigar hasta ahora, no tengo ningún antecedente que certifique que mi tatarabuelo Simon  Ducos Dubarry fuese efectivamente pariente del político Roger Ducos, Tercer Cónsul de Francia.

(***) Benigno Cumplido nació el 12 de febrero de 1843 en Santiago de Chile y por lo tanto no era español. 
https://cumplidomayrock.blogspot.com/2019/04/domingo-cumplido-y-bartola-cumplido.html

Es también muy probable que el padre de Benigno tampoco fuese español, y que su nombre completo fuese Domingo Esteban Cumplido Aristegui, quien fue bautizado el 5 de agosto de 1807 en la Iglesia El Sagrario de Santiago, hijo de Ysidro Cumplido y Maria Cayetana Aristegui.
Aunque  en este caso podría entenderse como español por el hecho de haber nacido en la todavía Capitanía General de Chile, provincia que estaba bajo la administración del Imperio Español.

El matrimonio de Ysidro Cumplido y Maria Cayetana Aristegui... mis probables pentabuelos..., también fueron padres de María Ana de Jesús Cumplido Aristegui, bautizada el 25 de enero de 1811 en Santiago de Chile.

lunes, 13 de julio de 2020

Ocho Norte



En esta bella fotografía del verano de 1956 que encabeza este artículo, están mis padres Lalo y Dossy aun de pololos, apoyados en las escaleras del trampolín de Saltos Ornamentales de la piscina de Ocho Norte en Viña del Mar.

Chile había sido designado por tercera vez en su historia como sede  para el XIII Campeonato Sudamericano de Natación, y la piscina olímpica de calle 8 Norte esquina avenida San Martín, de la ciudad jardín fue el lugar donde se desarrolló el torneo.

Como mi padre fue en su juventud un destacado nadador del Club Deportivo de la Universidad de Chile e integro en más de una ocasión la selección chilena de este deporte, asistió, ya retirado de la actividad, a presenciar esta cita sudamericana del deporte que tanto amaba.

Algunos lectores de esta página de recuerdos se preguntaran: ¿de qué piscina estoy hablando?. La historia detrás de este recinto deportivo que les menciono y del campeonato continental que se desarrolló en ella es más o menos la siguiente:

Fue en 1928 en que se le autorizó a la Municipalidad de Viña del Mar para que contratara un préstamo para llevar a cabo obras de mejora para transformar la ciudad.

La administración de estos fondos recayó en la Sociedad Pro Balneario, la cual era dirigida por los alcaldes Gastón Hamel y Manuel Ossa, sucesivamente, y dieron origen a los trabajos que levantaron obras tan importantes como: el Casino Municipal, el Teatro Municipal, el Coliseo Deportivo de calle Libertad, el Hotel O'Higgins, la compra del terreno para el futuro Estadio Sausalito, y las piscinas de Recreo y la de Ocho Norte.

Vista aérea de Viña del Mar en 1960 donde se aprecia en la parte inferior la piscina de 8 Norte

Fue a partir de ahí que la piscina municipal de 8 Norte, frente al Hotel San Martín, se transformó en un sello turístico de la ciudad, y en ella se realizaron innumerables competencias de natación de la que surgieron grandes nadadores.

La piscina según los que allí nadaron era realmente fabulosa, y por años fue la única en el País con la medida reglamentaria de 50 metros para ser considerada olímpica,  y que parecía una verdadera extensión del mar por su agua salada, tema no menor que la transformo en un recito apropiado para batir marcas, por ofrecer menos resistencia a las brazadas y patadas de los nadadores.

Vista de la piscina de 8 Norte desde el Hotel San Martin (al fondo el muelle Vergara)

Febrero de 1956 resultó ser especialmente atractivo para quienes pasaron el verano en la Ciudad Jardín, debido a que en la piscina de 8 Norte se congregaron miles de espectadores y cientos de nadadores de ocho países sudamericanos, para dar vida al campeonato Sudamericano de la especialidad.

En el ámbito deportivo, los representantes nacionales tenían pocas posibilidades de ganar sus pruebas, así que el objetivo de la mayoría era batir las marcas chilenas y aspirar a un podio secundario.

Entre los varones chilenos destacaron  Darío Contreras y Oscar Morales, en estilo libre; Eduardo Carvallo, en mariposa, Marco Antonio Pollier, en espalda, y el equipo de la posta 4x100  integrado por Hernán Avilés, Guillermo Villalobos; Eduardo Carvallo y Darío Contreras.
Entre las mujeres destacaban Inge von der Forst, Helen Nissen, Ruby Bonder y la viñamarina Teresa Puyol.

Solamente en el campeonato de saltos ornamentales, Günther Mund respondió a su calidad de figura sudamericana y obtuvo el primer lugar desde el trampolín de tres metros.

Medalla entregada a los vencedores de las competencias del 
XIII Campeonato Sudamericano de Natación y Saltos Ornamentales.

¿Qué paso con la piscina?

Por su proximidad al mar junto a la playa Acapulco, fuertes marejadas a mediados de la década del 60 dañaron parte importante del recinto, el que finalmente nunca fue reparado y termino siendo demolida a principio de los 70 dando paso a un edificio, un restaurante y a la plaza que hoy se ubica en la esquina de 8 Norte y Av. San Martín.


Vista de la plaza que hoy ocupa el lugar de la piscina municipal de 8 Norte.

martes, 7 de julio de 2020

Su última aventura quijotesca

“Y todavía estaría entreteniéndonos con sus fabulosas creaciones si no hubiera ido a la Argentina, cuando ocurrió el terremoto de San Juan, dejándose llevar por un impulso irresistible de su corazón generoso ….. envuelto en el vértigo de su última aventura quijotesca”.

Con estas palabras cierra Rafael Frontaura el capítulo en que se refiere a mi tío abuelo Alberto Cumplido Ducos en su libro: “Trasnochadas, anecdotario del teatro y la noche santiaguina” (*)

El 15 de enero de 1944, a eso de las nueve de la noche,  la ciudad argentina de San Juan sufrió un sismo de 7,4 grados en la escala de Richter que causo la muerte de más de diez mil personas y ocasionó daños que hicieron desaparecer la ciudad casi por completo.

Imágenes de la ciudad de San Juan, Argentina, después del terremoto de 1944.


Inmediatamente producido el terremoto, el Gobierno de Chile encabezado por su Presidente Juan Antonio Rios ofreció ayuda, la que el presidente argentino general Pedro Pablo Ramírez acepto; estableciéndose un puente aéreo entre Santiago y Mendoza.

El día 20 de enero se dispuso la salida de dos aviones bimotores Lockheed Lodestar C-60, pertenecientes a la línea aérea LAN que harían re abastecimiento en el aeródromo de El Plumerillo en Mendoza para continuar posteriormente a San Juan.

Al mando de una de las aeronaves, la Lodestar matrícula 503 de LAN,  estaban el comandante Eduardo Lazo Preuss, y el copiloto Eduardo von Bischoffshausen, e integraban también la tripulación el mecánico Fernando Mella Ulloa y Dora Koeppen Maisan "Mucky", la primera azafata en la historia de la aviación chilena, quienes estaban conscientes de la responsabilidad que se les encomendaba.

Al momento que el equipo de tripulantes se aprestaba a subir al avión, se le comunicó a "Mucky" que por disposición superior debía ceder su puesto al consejero de la empresa Alberto Cumplido Ducos, quedando ella en el Aeropuerto de Los Cerrillos viendo como ambos bimotores enfilaban hacia la cordillera con rumbo a la Argentina, sin comprender que el destino había querido cambiar su suerte.

Dora Koeppen "Mucky" (al centro), la primera azafata de LAN.

El primero de los aviones de LAN cumplió con su plan de vuelo y llego a San Juan, previa escala en Mendoza, con la ayuda enviada por el Gobierno chileno.

La segunda aeronave en la que viajaba Alberto Cumplido hizo también escala en el aeródromo de El Plumerillo en Mendoza, donde parte de la ayuda solidaria fue descargada para ser enviada a los hospitales mendocinos que estaban abarrotados recibiendo a un gran número de heridos sanjuaninos.

Antes de emprender vuelo nuevamente rumbo a San Juan, abordaron el avión un equipo de sanidad argentino compuesto por los médicos Ernesto Vicente Ponce y Hugo Bardiani; los enfermeros, cabo Eduardo Caicedo y soldado Frenando Fernandez; las enfermeras Angela Medina y Argentina Zarate; y las voluntarias de la Cruz Roja, Maria Josefina Ghiglione y Blanca Clermont.

A eso de las 19.00 horas, el avión levantó vuelo desde Aeródromo de El Plumerillo, pero al momento del despegue y mientras la aeronave tomaba altura la rotura de las cuerdas tensoras que fijaban la carga hizo que esta se desestibara lo que produjo que el avión se precipitara a tierra y se incendiara, provocando la muerte de todos sus ocupantes.

Lockheed Lodestar C-60 de la Linea Aérea Nacional LAN.

El accidente causo un hondo pesar tanto en Chile como en Argentina. Los 12 féretros fueron colocados juntos en una improvisada capilla ardiente en el cementerio mendocino donde una multitud  despidió  a los ocupantes del avión que sacrificaron la vida en aras de la amistad y solidaridad entre ambas naciones.

Sus nombres aun se recuerdan en algunas calles de San Juan bautizadas en su honor, y en una placa conmemorativa que se encuentra en un monolito en el aeropuerto mendocino de El Plumerillo.

Los restos mortales de los chilenos fueron posteriormente repatriados en otro avion Lockheed Lodestar y los de Alberto Cumplido Ducos, que tenia 44 años al momento del accidente,  fueron sepultados en el mausoleo familiar del Cementerio Católico de Santiago.

Casi cuarenta años después mi tía abuela Julia Cumplido Ducos -hermana de Alberto- con la intención de desocupar algunos nichos en el mausoleo de la familia, solicitó que se hicieran algunas reducciones de los restos de algunos difuntos, para generar espacio para futuras sepultaciones.

Grande fue la sorpresa al momento de abrir el féretro donde descansaban los de Alberto Cumplido, ya que en su interior no había ningún resto humano y el ataúd se encontraba lleno de pesadas piedras.

Probablemente lo que ocurrió es que con la caída del avión y su posterior incendio fue prácticamente  imposible encontrar, y menos aún reconocer, los cuerpos de los fallecidos, por lo que las autoridades argentinas decidieron hacer un velatorio simbólico con féretros vacíos en algunos casos, hecho del que la familia Cumplido en Chile nunca se entero.

Condecorados

 A fines  de  1947 o en los primeros meses de  1948 se fotografiaron mi bisabuelo Georg Quentin Hagedorn de entonces 71 años de edad, junto ...