Con estas palabras cierra Rafael Frontaura el capítulo en que se refiere a mi tío abuelo Alberto Cumplido Ducos en su libro: “Trasnochadas, anecdotario
del teatro y la noche santiaguina” (*)
El 15 de enero de 1944, a eso de las nueve de la noche, la ciudad argentina de San Juan sufrió un
sismo de 7,4 grados en la escala de Richter que causo la muerte de más de diez
mil personas y ocasionó daños que hicieron desaparecer la ciudad casi por
completo.
Imágenes de la ciudad de San Juan, Argentina, después del terremoto de 1944.
Inmediatamente producido el terremoto, el Gobierno de Chile encabezado
por su Presidente Juan Antonio Rios ofreció ayuda, la que el presidente
argentino general Pedro Pablo Ramírez acepto; estableciéndose un puente aéreo entre
Santiago y Mendoza.
El día 20 de enero se dispuso la salida de dos aviones bimotores Lockheed Lodestar C-60, pertenecientes a la línea aérea LAN que harían re abastecimiento en el aeródromo de El Plumerillo en Mendoza para continuar posteriormente a San Juan.
Al mando de una de las aeronaves, la Lodestar matrícula 503 de LAN, estaban el comandante Eduardo Lazo Preuss, y el copiloto Eduardo von Bischoffshausen, e integraban también la tripulación el mecánico Fernando Mella Ulloa y Dora Koeppen Maisan "Mucky", la primera azafata en la historia de la aviación chilena, quienes estaban conscientes de la responsabilidad que se les encomendaba.
Al momento que el equipo de tripulantes se aprestaba a subir al avión, se le comunicó a "Mucky" que por disposición superior debía ceder su puesto al consejero de la empresa Alberto Cumplido Ducos, quedando ella en el Aeropuerto de Los Cerrillos viendo como ambos bimotores enfilaban hacia la cordillera con rumbo a la Argentina, sin comprender que el destino había querido cambiar su suerte.
Dora Koeppen "Mucky" (al centro), la primera azafata de LAN.
El primero de los aviones de LAN cumplió con su plan de
vuelo y llego a San Juan, previa escala en Mendoza, con la ayuda enviada por el
Gobierno chileno.
La segunda aeronave en la que viajaba Alberto Cumplido hizo también escala en el aeródromo de El Plumerillo en Mendoza, donde parte de la ayuda solidaria fue descargada para ser enviada a los hospitales mendocinos que estaban abarrotados recibiendo a un gran número de heridos sanjuaninos.
Antes de emprender vuelo nuevamente rumbo a San Juan, abordaron el avión un equipo de sanidad argentino compuesto por los médicos Ernesto Vicente Ponce y Hugo Bardiani; los enfermeros, cabo Eduardo Caicedo y soldado Frenando Fernandez; las enfermeras Angela Medina y Argentina Zarate; y las voluntarias de la Cruz Roja, Maria Josefina Ghiglione y Blanca Clermont.
A eso de las 19.00 horas, el avión levantó vuelo desde Aeródromo de El Plumerillo, pero al momento del despegue y mientras la aeronave tomaba altura la rotura de las cuerdas tensoras que fijaban la carga hizo que esta se desestibara lo que produjo que el avión se precipitara a tierra y se incendiara, provocando la muerte de todos sus ocupantes.
El accidente causo un hondo pesar tanto en Chile como en Argentina. Los 12 féretros fueron colocados juntos en una improvisada capilla ardiente en el cementerio mendocino donde una multitud despidió a los ocupantes del avión que sacrificaron la vida en aras de la amistad y solidaridad entre ambas naciones.
Lockheed Lodestar C-60 de la Linea Aérea Nacional LAN.
El accidente causo un hondo pesar tanto en Chile como en Argentina. Los 12 féretros fueron colocados juntos en una improvisada capilla ardiente en el cementerio mendocino donde una multitud despidió a los ocupantes del avión que sacrificaron la vida en aras de la amistad y solidaridad entre ambas naciones.
Sus nombres aun se recuerdan en algunas calles de San Juan bautizadas en su honor, y en una placa conmemorativa que se encuentra en un monolito en el aeropuerto mendocino de El Plumerillo.
Los restos mortales de los chilenos fueron posteriormente repatriados en otro avion Lockheed Lodestar y los de Alberto Cumplido Ducos, que tenia 44 años al momento del accidente, fueron sepultados en el mausoleo familiar del Cementerio Católico de Santiago.
Casi cuarenta años después mi tía abuela Julia Cumplido Ducos -hermana de Alberto- con la intención de desocupar algunos nichos en el mausoleo de la familia, solicitó que se hicieran algunas reducciones de los restos de algunos difuntos, para generar espacio para futuras sepultaciones.
Grande fue la sorpresa al momento de abrir el féretro donde descansaban los de Alberto Cumplido, ya que en su interior no había ningún resto humano y el ataúd se encontraba lleno de pesadas piedras.
Probablemente lo que ocurrió es que con la caída del avión y su posterior incendio fue prácticamente imposible encontrar, y menos aún reconocer, los cuerpos de los fallecidos, por lo que las autoridades argentinas decidieron hacer un velatorio simbólico con féretros vacíos en algunos casos, hecho del que la familia Cumplido en Chile nunca se entero.
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