Un lamentable hecho noticioso ocurrido recientemente me trajo a la memoria una anécdota que me tocó presenciar en compañía de mi hermano Ricardo, y donde uno de los protagonistas
es justamente la persona que fue motivo de esta triste noticia.
La historia es la siguiente:
Mis padres adquirieron un terreno al fondo de una calle sin salida
llamada Teruel en la comuna de Las Condes, donde a partir de 1965 comenzaron
muy lentamente, en la medida que los recursos económicos lo permitían, a
construir la que sería su casa definitiva y a la que nos fuimos a vivir cuatro
años después.
Nuestro hogar colindaba por el lado oriente con una enorme
casa/quinta de unos 5.000 metros cuadrados de terreno, de esas antiguas
propiedades de Avenida Cristóbal Colon, tan comunes en la época, y que fueron
lentamente desapareciendo con el auge inmobiliario de los años 80.
Me imagino que por lo grande y costosos de mantener tan
enorme terreno, los propietarios de la casa/quinta habían instalado un cierre
de malla gallinero que aislaba aproximadamente un tercio de la propiedad, de manera que ellos
ocupaban con su casa y jardín los dos
tercios restantes que daban hacia el frente de la propiedad.
Nuestra casa daba justamente hacia el tercio de terreno
desocupado, el que se transformó en un patio de juegos para mi y los amigos del barrio, que accedíamos a él por una higuera que creció en dicho
terreno de la que una de sus ramas, que justamente daba hacia mi casa, nos facilitaba saltar la
pandereta para ingresar al sitio eriazo.
Pasábamos horas enteras jugando en ese terreno, donde entre
muchas cosas hicimos una improvisada canchita de fútbol, construíamos pequeñas
chozas con palos y ramas a las que pomposamente bautizábamos como “Club” y protagonizábamos batallas campales con los muchachos del pasaje vecino que también tenia acceso al terreno.
Ya a fines de los años 70 la casa/quinta fue vendida a una
empresa constructora que levanto allí dos edificios de departamentos de 16
pisos cada uno.
Sobre el tercio final de la propiedad, en lo que fuera nuestro
patio de juegos, el proyecto inmobiliario considero un bello jardín con piscina, acompañado
de una cancha de tenis, la que podíamos ver perfectamente desde la ventana de
mi dormitorio.
Vista actual de la cancha de tenis desde el dormitorio de mi casa
(Con mucho mas vegetación que en los tiempos de esta historia).
Comenzó entonces a ser habitual, sobre todo los fines de
semana, que los nuevos vecinos del condominio comenzaran desde muy temprano a jugar,
o en algunos casos intentar jugar, al tenis en la flamante cancha.
Un día me asomo a la ventana de mi dormitorio, y quede
sorprendido por el altísimo nivel de tenis que demostraban tener dos jugadores que en ese momento ocupaban las instalaciones deportivas.
De espaldas a mí, jugaba un joven, calculo en ese momento no
más de un año mayor que yo, es decir de 21 años aproximadamente quien con
potencia lanzaba fuertes golpes a su contrincante. Al fondo recibía con una exquisita técnica un señor de unos 40 años, a quien por la distancia aun no lograba
reconocer.
De vez en vez, el señor daba algunas instrucciones al joven, lo que me hizo suponer inicialmente que se trataba de algún profesor con su aventajado alumno, lo que por otra parte se contradecía por la técnica y sorprendente calidad del joven jugador.
Después de un largo rato de juego, al que no le quitamos la vista mi hermano y yo, los dos jugadores recogieron sus cosas y caminaron hacia la puerta de salida del recinto que esta a no mas de 6 o 7 metros de donde nosotros los observábamos.
Fue en ese momento que reconocimos a los dos extraordinarios jugadores, el señor era el ex tenista profesional y entrenador chileno Patricio Rodriguez, quien después supimos, vivía en uno de los departamentos de los nuevos edificios vecinos.
Quien lo acompañaba esa mañana en la cancha era ni mas ni menos que el jugador numero cuatro del ranking mundial, el argentino Jose Luis Clerc, a quien Pato Rodriguez entrenaba en esos años.
No podíamos creer que el mismísimo "Batata" Clerc, uno de los top five del mundo y el mejor tenista sudamericano del momento, estuviese jugando apenas a 25 metros de mi casa en lo que fue por años nuestro propio patio de juegos.
Jose Luis Clerc junto su técnico Patricio Rodriguez
La lamentable noticia que me hizo recordar esta increíble historia
que les cuento, es que el pasado martes 23 de junio de 2020, el destacado tenista y técnico Patricio Rodríguez, falleció a los 81 años de edad en la ciudad de Miami.
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