En abril pasado transcribí el capitulo de un libro que hace referencia a la aventurera vida de mi tío abuelo, Alberto Cumplido Ducos, entre cuyas lineas se menciona su estadía como Gobernador de Isla de Pascua, y su curiosa fuga con un grupo de regalados políticos.
Para complementar la historia, les presento en esta ocasión un articulo del historiador chileno Ivan Ljubetic Vargas, titulado "El vuelo del Avión Rojo", que relata -a mi juicio con cierto sesgo político- como y por que motivo este grupo de relegados fueron desterrados en Rapa Nui.
El vuelo del Avión Rojo (*)
A comienzos de 1928 la dictadura del general Carlos Ibañez del Campo reprimía a los chilenos. El descontento cundía y el ex presidente Arturo Alessandri Palma quiso aprovecharlo.
El 23 de octubre de ese año se reunió en el puerto francés de Caláis, con Marmaduke Grove (entonces agregado militar en París), de ideas socialistas, el general (r) Enrique Bravo Ortiz, Agustín
Edwards Mac-Clure y José Santos Salas. Era el comienzo de una conspiración para
derrocar al “Paco” Ibáñez.
Comandate Marmaduke Grove Vallejo
En Buenos Aires, otros adeptos de Alessandri como Horacio Hevia, Pedro León
Ugalde, Carlos Vicuña Fuentes, Galvarino Gallardo Nieto y Luis Salas Romo,
constituyeron un comité revolucionario y en Chile se formó otro.
El propio Alessandri organizó en París el “comité ejecutivo financiero” con
Gustavo Ross Santa María, Agustín Edwards Mac-Clure, Cornelio Saavedra y otros
potentados. Pero este comité jamás aportó un centavo para la “revolución”.
La dictadura estaba muy bien informada: Ventura Maturana, jefe de la policía
política, tenía una eficaz red de soplones y espías. Por ello, no fue difícil
detener al mayor Carlos Millán Iriarte y al suboficial de sanidad Plinio
Macaya, al desembarcar en Valparaíso el 7 de marzo de 1928, provenientes de
Europa con mensajes de los conspiradores.
La prensa anunció que se había
descubierto “un complot comunista”.
El 31 de julio, Grove recibió una comunicación que lo cesaba en sus funciones
en París. Al día siguiente, lo dieron de baja del ejército. En mayo de 1929
llegó a Buenos Aires, incorporándose a las actividades conspirativas.
En febrero de 1930, Guillermo García Burr y Aurelio Benavente -ambos del comité
revolucionario de Santiago- viajaron a Concepción y se contactaron con
oficiales de la guarnición.
Alrededor de un centenar de ellos afirmó estar por
derrocar la dictadura de Ibáñez. Concepción era, por tanto, el punto ideal para
iniciar las acciones.
García Burr se trasladó a Buenos Aires. Informó de la situación y entregó el
plan elaborado por el comité revolucionario de Santiago: el general Enrique
Bravo debía viajar por tierra a Concepción para llegar antes del 17 de
septiembre de 1930 y ponerse a la cabeza de la insurrección.
Bravo y Grove desecharon el plan e idearon otro: llegar en grupo y en avión a
Concepción. Recursos no tenían. Entonces el general Bravo se entrevistó con el
periodista argentino Natalio Botana, propietario del diario Crítica. Este
contribuyó para arrendar un avión, conocido por su color como el Avión Rojo.
Mientras tanto, en Concepción la guarnición de cinco mil hombres esperaba desde
el 17 de septiembre al jefe de la insurrección. En la tarde del 20, al no tener
noticias, los jefes del comité revolucionario de Concepción decidieron
despachar a la tropa con vacaciones de Fiestas Patrias, hasta el 24 de
septiembre.
Sin embargo, ese mismo sábado 20 de septiembre emprendía vuelo el Avión Rojo
desde el aeródromo de Morón, en Buenos Aires, llevando al general Bravo, Grove,
Vicuña Fuentes, Luis Salas Romo, Pedro León Ugalde y José Luis Sánchez. A las
15.30 aterrizó en San Rafael, para re abastecerse de combustible.
El comandante
de la guarnición los retuvo hasta las 11 horas del domingo 21, para comprobar
sus documentos.
El Avión Rojo aterrizó en Concepción el 21 a las 16.30, cerca del hipódromo. No les
esperaba nadie. Partieron a buscar a sus domicilios a los jefes comprometidos
en la insurrección. No los encontraron. Uno de ellos, el mayor Alfredo Donoso
junto al general José María Barceló Lira, comandante de la III División del
ejército, presenciaban las carreras en el hipódromo y vieron aterrizar el Avión
Rojo.
El general Barceló le dijo a Donoso que él se iba a Santiago para no
tener que ver con lo que sucedería en Concepción y que Donoso resolviera lo que
estimara conveniente.
Los viajeros del Avión Rojo, desesperados, se dirigieron al Regimiento
Chacabuco. Allí se entrevistaron con el teniente Carlos Charlín. Uno de ellos
se presentó como “Enrique Morales”, pero Charlín exclamó: “¡Pero si usted es
don Carlos Vicuña Fuentes. Yo fui su alumno en Santiago...”
Se reunieron los cuatro (los otros dos eran Bravo y Grove). El teniente Charlín
propuso convocar a los militares que pudieran al Regimiento Chacabuco. A las 19
horas estaban allí 150 oficiales de la guarnición penquista y unos 300
suboficiales y conscriptos.
Por entonces ya había comenzado la traición de los comprometidos en la
conspiración. El primero fue el coronel Gonzalo Gómez que denunció en la Intendencia lo que
ocurría.
El general Barceló interrumpió en San Rosendo su viaje a Santiago para regresar
a Concepción. A las 0.15 de la madrugada del 22 de septiembre se presentó en el
Chacabuco. Tuvo un fuerte altercado con Grove en que incluso intercambiaron
disparos, sin herirse. Los soldados presentes apoyaban a Grove. Barceló agotó
las balas y el general Bravo le gritó a Grove: “¡Mátalo!, ¡mátalo! Así
aseguramos el triunfo de nuestra causa”, pero Grove no disparó. Barceló se
retiró derrotado. Pero comenzó a llamar de a uno por uno a los jefes y
oficiales de la Guarnición ,
casi todos comprometidos en la conspiración. A la pregunta: “¿Con quién está
usted?”. Todos respondieron: “¡Con usted, mi general!” Sólo Charlín no
compareció y se mantuvo leal a los tripulantes del Avión Rojo. Más de un
centenar de oficiales los traicionaron.
Llegaba a su fin la aventura. Después de meses de conspiración y arduos
esfuerzos para conseguir los medios para llegar a Concepción, tuvieron que
aceptar los llamados a rendirse del general Barceló transmitidos por los mismos
oficiales que habían participado en el complot.
Finalizado el proceso, Vicuña Fuentes fue secuestrado y enviado también a Isla
de Pascua.
El 10 de febrero de 1931 la goleta tahitiana Valencia rescató a los tres
relegados. Con ellos se embarcó Alberto
Cumplido, designado gobernador de la isla por Ibáñez.
Después de más de dos
meses de navegación llegaron a Europa.
Grove y Cumplido pisaron tierra francesa el mismo día que en Chile era
derrocado Ibáñez: el 26 de julio de 1931.
(*) Ivan Ljubetic Vargas
Publicado en Revista Punto Final
Edición Nº 556
Octubre de 2003.
No hay comentarios:
Publicar un comentario